Isla de la Luna o Coati, prisioneros en medio del Titicaca
LA FUGA DE LA ISLA DE COATI
Freddy Céspedes Espinoza
Durante los años cuarenta, la Isla de Coati o de la Luna en medio del Titikaka, era el campo de concentración más importante en Bolivia. Al principio, me ocupaba de transportar en un camión víveres y presos mala vidas, detenidos, opositores políticos al medio del lago para que se “regeneren”, relata Luis Sanches un ex chofer del gobierno de Víctor Paz.Ubicado a 3810 metros sobre el nivel del mar, el Titikaka es el lago navegable más alto del mundo, tiene una extensión de 8300 KM2 y comparten casi a mitades el Perú y Bolivia. Las Islas más importantes son la Isla del Sol o Isla Titikaka, de Coati o de la Luna , el Islote de Koa en Bolivia y Taquile, Soto y Amantani en el Perú.
Su profundidad máxima la encontramos entre la Isla del Sol y Coati con casi 270 metros de profundidad, es decir el sitio ideal para crear una prisión al estilo Alcatraz en los Andes. Su historia pre colombina nos remonta hasta el Tiwanaku, posteriormente los Inkas, le dieron una importancia ceremonial y religiosa y que todavía mantiene lugares arqueológicos como la Chinkana en la Isla del Sol e Iñak Uyo o Aclla huasi en la isla de Coati.
Pero para no entrar en detalles - continúa Sánchez - debía atravesar la península de Copacabana, tomaba un caminito hacia el Norte donde antes existía una camino pre colombino que nos llevaba hacia Zampaya, una comunidad de mitimaes incaicos, que hasta ahora existen sus descendientes. Sus construcciones enteramente de piedras incaicas; es tal vez el último pueblo en Bolivia que no cambió su estructura arquitectónica pre colombina. Desde Zampaya, necesariamente debíamos tomar botes a vela, los motores fuera de borda, ni se habían manifestado todavía y hacíamos el recorrido a remo más o menos en una hora.
Cuando los malhechores eran muy peligrosos, solía tener órdenes desde La Paz que en medio del lago, era el sitio ideal para fondearlos, es decir que los “Tiras”, echaban a las aguas para que en fracción de segundos, no se sepa nada más de la triste vida de los presos; todos ellos estaban amarrados de pies y manos, me daba pena, pero eran las órdenes concluye Sánchez.Allá los delincuentes de esos años, eran presos comunes, más tarde fueron políticos, abogados y periodistas manifiesta Sánchez.
Muchas veces, los víveres no llegaban a tiempo, continúa, y encontrábamos a los presos, secando al sol las inmensas ranas del Titikaka para luego comérselos como charque con mucha sal. Después de los cincuenta, ya no supe más termina con un suspiro de anciano de 90 años.
Los Melenos nuevamente a Coati
Después del golpe de 1971, el Coronel Banzer, decide reabrir Coati con este fin. Según Jaime Soria Galvarro, era tanta la demanda de cárceles para los “Melenos o comunistas” que los detenidos políticos fueron llevados a la isla.Casi setenta prisioneros de Coati, después de permanecer por mucho tiempo aislados, deciden planear la fuga más espectacular sucedida en el siglo en Bolivia; tal vez existieron otras, pero sin duda ésta, por su importancia histórica y por la repercusión internacional fue de película.
Después de tomar presos a los custodios y al mismo jefe o gobernador, cruzamos desafiando al lago y nuestras propias fuerzas para arremeter en un desbande masivo, cruzando cerros, riachuelos que desembocan al Titikaka, terrazas de agricultura, desniveles geográficos; todo en cuestión de horas y como únicos cómplices, las sombras de la noche que no dejaban ver más de un metro. Los testimonios de esta fuga son elocuentes, sus sufrimientos, las debilidades físicas, y las limitaciones económicas, permitieron llegar a Yunguyo, en Perú, para enrostrar a las dictaduras latinoamericanas, que aunque se encierre y calle a la oposición, el derecho a disentir fue la base misma de esta espectacular fuga.
Se inicia la fuga
¡Oh fútbol! Cuántas cosas sucedieron en tu nombre; era un partido programado relata un ex prisionero, mi pensamiento era sólo la fuga; escuché que la pelota rebotaba hacia un lado, era el momento...Los centinelas de la parte superior del cerro, fueron reducidos en un instante, los guardias de la cocina corrieron la misma suerte; algunos se arrodillaron pidiendo perdón, pero la fuga ya era un hecho.
Crucé hacia Zampaya, la débil embarcación se retorcía por las olas del picado lago; observaba detenidamente los viejos andenes de agricultura con sus sembradíos de papa, maíz y cebada que me sobrecogían el alma, tanta belleza en una amalgama perfecta con la cordillera y el lago mientras tanto sólo en mi mente estaba llegar al Perú, pero no a través del lago, le teníamos mucho miedo y respeto a esa masa de agua que tiene en su vientre muchas personas. Salté de la embarcación, con mis cuarenta años yo Efrain N, maestro de escuela en Oruro, sin conocer la zona, seguía al grupo entre empellones y caídas, trataba de no apartarme del grupo, sentía que alguien se aferraba a mis cinturones para que lo ayude, pero me cansaba más, me zafé no sé quién era, pero mi meta era llegar donde sea, pero ya no más Coati. La noche cayó, ya no se veía la Isla maldita, sólo escuchaba la respiración pausada de mi acompañante circunstancial, “el miedo”, que no se alejaba, la tenía incrustada en la garganta que no me dejaba respirar.
Mi miedo se reía de mi suerte, yo con voz pausada le decía que me deje en paz, pero se quedaba, me cubría el cerebro, cada piedra era un monstruo que me jalaba al abismo de mis temores y él se mofaba de mi debilidad a las tinieblas. No veía nada, sólo siluetas, estaba en el averno de Dante, grotescas figuras que caían y se levantaban, el teatro del infierno hecho fuga. Habían corajudos, cobardes y niños en cuerpos de hombres que lagrimeaban, el miedo de cada uno salían de sus bocas en cada palabra que cruzaban en las frígidas montañas. Apúrate carajo, estamos jodidos si nos descubren, tenía miedo a que aparecieran los gorilas y nos ametrallen; no habría justificativo, después de todo era para la dictadura una gran oportunidad para deshacerse de un grupo de apestosos presos políticos, que se atrevieron a escaparse por sus narices.
Crucé Copacabana, ahí estaba quieta la colosal iglesia, pedía a la virgen que me acompañe, después de mucho tiempo recé, me sentí más tranquilo, ya estábamos a sólo diez kilómetros de la libertad, pero mi miedo bajó a mis pies, se introdujo a mis muslos y pantorrillas, me hacía temblar a cada paso que daba, sólo quería llegar, era la última carrera hacia una meta que no llegaba, corría, trotaba, caminaba y me detenía, llegué incluso a tirarme en el duro paisaje para observar la muerte, pues sentía que ya no podía, éramos puntos insignificantes entre las montañas y la inmensidad del lago que me inspiraba coraje, sin darme cuenta, corría y corría sin rumbo, hasta que alguien me paró y me dijo con voz tranquila, ya cruzaste la frontera estás libre.
Después volamos a Cuba, Coati, ya era un recuerdo la fuga fue todo un éxito.
Fuentes:
Soria Galvarro jaime. Coati 1972, relatos de una fuga,. Edit. Cedoin. La Paz
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