Apolobamba y el Akhamani
Akhamani la montaña infranqueable
Freddy Céspedes
Para llegar a este sector poco conocido, es necesario cruzar la provincia Omasuyos e internarse en la Provincia Bautista Saavedra.
Región montañosa de forma irregular ; la parte altiplánica se caracteriza por una enorme planicie conocida como Ulla Ulla.
La población principal es la de Charazani y otras menores como Curva, Chajaya, Huata Huata, lugares donde habitan los curanderos Callawayas.
El oficio o profesión de herbolario se halla vinculado estrechamente con otros conocimientos ocultistas. Así, el Callawaya tiene que conocer mucho de hechicería, nigromancia y la adivinación o la profecía.
Esta caminata por Apolobamba, dura unos siete días en condiciones normales.
En esta ocasión el Akhamani, montaña sagrada para los Callawayas, nos tendió una barrera infranqueable cuando ingresábamos a sus dominios.
Cuando iniciamos la marcha, turistas, llameros, cocineros y las propias llamas presentían que algo se aproximaba. El ambiente se tornó oscuro, las nubes bajaron más de lo debido, corría un viento helado que calaba hasta los huesos ; estábamos presenciando el inicio de una tormenta a casi cinco mil metros sobre el nivel del mar.
Sentí la nieve desde muy temprano, aunque toda la noche había caído en forma silenciosa.
Todas las montañas parecían estar cubiertas por una gigantesca sábana blanca, me sentí feliz al ver tanta maravilla.
Nuestras carpas multicolores contrastaban con el entorno ; éstas soportaban el peso de una intrusa ; parecían gritar que se la echasen de encima ; sus parantes ya no resistían el peso de la pesada nieve.
Decidimos no salir, nevó todo el día, cubrió hasta el último rincón de las montañas ; el camino se perdió devorado por la nieve.
Dos días nevando, algunos pájaros incoloros se acercaban a nuestras tiendas buscando algún alimento, las húmedas caras de las llamas y sus largas pestañas estaban cubiertas por una fina hilera de hielo, su lana estaba mojada, a cien metros una de ellas había muerto de frío, el termómetro marcó 14 grados bajo cero a las 6 de la mañana.
Muy cerca dos cóndores adultos parados en un risco, esperaban que nos alejemos para darse un festín.
Al dejar el área de campamento, estas gigantescas aves, volaron al vacío. Sus fuertes alas zumbaron en el silencio ; su pesado cuerpo me recordó a un aeroplano que se suspende en el aire desafiando la ley de gravedad.
El ascenso hacia las montañas 5100 metros se hacía pesado, todas loas moles nos observaban, nosotros, su belleza, sus formas, sus ondulaciones; parecían que se habían vestido de domingo para nosotros.
La nieve llegaba hasta la cintura, miradas sólo miradas ; no hay ganas ni de abrir la boca.
Nieve que quema la piel por el reflejo del sol, nieve que brilla; nieve de........
En un risco otra llama murió, pisó en falso cayendo al vacío, sólo atiné a ver el dantesco espectáculo en las profundidades, la desgraciada se llevó en sus lomos la comida.
Ya van ocho horas de caminata sobre la nieve, ya molesta su brillo, zapatos húmedos, desesperación por alcanzar un lugar para acampar.
Ahí estaba el Akhamani, montaña que nos dejaba ver sus glaciares momentáneamente.
El sol radiante de las últimas horas había desalojado a las nubes, todas las montañas estaban hermosas.
Por la noche, los cocineros se quejaban de dolor en los ojos, habían pretendido desafiar a la centelleante nieve sin lentes de protección.
Ya no veían se habían lesionado la retina, el lagrimeo era constante sus ropas estaban mojadas; se arrepienten de haber venido. El terrible Surumpi o ceguera de Los Andes, se había hecho presente.
El dolor asemejaba a cientos de agujas que parecen perforar toda la actividad ocular al abrir ligeramente los ojos, sus ropas estaban empapadas por las lágrimas que no cesan de fluir durante veinticuatro horas.
Al día siguiente tuvimos que dejarlos en la montaña ; nos dio pena pero ya estábamos atrasados tres días.
El sol brillaba otra vez en los valles interandinos, las llamas, nobles animales, nuevamente junto a nosotros con su trote de ballet.
Pendientes abruptas, helechos enanos, riachuelos cristalinos, pueblos perdidos, niños esperando una escuela ; perros que ladran con furia racista.
Por fin llegamos a Pelechuco, del Aymará Phuñu Kuchu ( donde duerme la neblina).
Todos estamos felices, excepto los que quedaron en la montaña :
! Ya el Akhamani, era un recuerdo !.
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